jueves, 29 de enero de 2009

a.2.- DE LA RESTAURACIÓN A LA DICTADURA DE FRANCO

Introducción
La niña bien educada
La mujer de su casa
Las virtudes de la niña
Los medios para conseguir los fines

En 1875 se inicia en España la Restauración de los Borbones en la figura de Alfonso XII y con ella una etapa de estabilidad política. La base del sistema fue el bipartidismo político inspirado en Gran Bretaña y adaptado a nuestro país por Cánovas del Castillo en beneficio de una oligarquía de terratenientes y empresarios industriales y financieros.

El país experimentó un crecimiento económico, aunque inferior a los países del entorno, pero la sociedad siguió siendo mayoritariamente rural y agraria. En 1900, el 60 % de los municipios tenían menos de 1000 habitantes, los residentes en las capitales de provincia tan sólo representaban el 17% de la población total y los empleados en ocupaciones agrícolas constituían el 60% de la población activa.
A través del derecho de familia nos podemos aproximar a la situación de la mujer. Tras el fracaso de la Ley de Matrimonio Civil de 1870, que pretendió instaurar un sistema obligatorio de matrimonio civil para todos los españoles, se volvió a las disposiciones del Concilio de Trento, según las cuales todos los que profesaran la religión católica debían contraer matrimonio canónico, al cual se le reconocían efectos civiles, lo que nos indica la gran influencia que la Iglesia Católica tenía sobre las familias.

En la familia patriarcal, la ley otorgaba derechos distintos al padre y a la madre. El Código Civil decía: El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido. El marido era el titular de la patria potestad sobre los hijos, fijaba la residencia común y era el administrador de los bienes familiares, así como el representante legal de su mujer, quien debía pedirle permiso para enajenar sus bienes.

Las mujeres tuvieron vedada su entrada en la universidad hasta 1910 y cuando se implantó el sufragio universal en 1890 fue masculino. Ante esta situación, la participación de la mujer en el mercado laboral era muy baja, en 1900 tan sólo el 14,5% de la población femenina. La mayoría de edad estaba en 23 años, pero las mujeres solteras no podían dejar la casa paterna sin licencia hasta los 25 años, como no fuera para “tomar estado”, es decir, para casarse.

Al finalizar el siglo XIX la tasa de analfabetismo era en España de las más elevadas de Europa, en torno al 70%, afectando más a las poblaciones pobres, las rurales y la femenina. Con el siglo XX las tasas bajaron a un 63% y a un 44% en 1930 debido al esfuerzo por mejorar la educación de acuerdo con las peticiones de los regeneracionistas como Joaquín Costa (citado en “Ideario de Costa. Recopilación” de José García Mercadal) que denunciaron esta situación en su programa “despensa y escuela” y que escribió sobre la necesidad de educación: Hoy más que nunca se necesita desengañar a los pueblos y convencerles de que no todo es lectura y aritmética en la vida; que el hombre no vive sólo de pan, y que con gran facilidad se tuerce el árbol en los primeros años si con particular cuidado no se le dirige.

Pero como el resto de su generación enfrenta los valores que considera adecuado cultivar en los niños y en las niñas; la mujer es la mitad de la familia; económicamente, el hombre produce y la mujer ahorra; jurídicamente y moralmente, el marido representa la familia fuera, y la mujer, sacerdotisa del hogar, la representa dentro; científicamente la mujer educa el corazón y el hombre la inteligencia de los hijos.


LA NIÑA BIEN EDUCADA

La pregunta se repite antes y ahora ¿Cómo educar? La buena educación se explicaba en la obra de Saturnino Calleja “La buena Juanita” con el símil del crecimiento de los árboles. Los padres y los profesores son los jardineros, los niños las plantas silvestres; la enseñanza y las advertencias son los injertos buenos; las correcciones son comparables a la poda de las malas ramas, a fin de que los niños se hagan buenos. Si se les abandonase a si mismos, crecerían como plantas incultas, y darían únicamente frutos de perdición.

Victoriano Ascarza en su obra “Higiene y economía” considera que la instrucción debe hacerse desde pequeños pues si el precepto general, abstracto, científico, se borra pronto de la memoria, perdura, en cambio, la costumbre cuando se adquiere en la primera edad.

Saturnino Calleja en la obra citada presenta un método para enseñar a leer a las niñas, que les permita ir a un ritmo adecuado para progresar sin agobios y con la prioridad de entender lo que leen. La obra está ilustrada porque el autor entiende que instruir deleitando es condición necesaria para que las niñas quieran lee y entiendan lo que leen, y así lo exigen los más elementales principios de la Pedagogía.



José Dalmau en el libro “Enciclopedia cíclico - pedagógica” señala cuál debe ser el método de estudio: Como en todas las cosas, el orden y el método de estudio constituyen la clave para adquirir conocimientos. Es conveniente estudiar diariamente durante las mismas horas estudiar primero las lecciones más difíciles y hacer mentalmente resúmenes de lo estudiado.

Los recursos para educar a las niñas eran variados. En “Victoria” María Pilar Oñate, utiliza la correspondencia entre madre e hija con un lenguaje sencillo, pulcro, trascendente e impregnado de las actitudes que se consideraban propias de las niñas bien educadas.
Los textos están ilustrados con dibujos sencillos que pueden ser fácilmente reproducidos por el profesor y por los alumnos, y suelen incluir vocabulario y resúmenes en base a preguntas y respuestas breves.
Los temas más frecuentes son los de Historia de España, los Santos, el patriotismo, las normas de urbanidad, el hogar; y también la fisiología e higiene que a partir de un R.D de 1901 era obligatoria en la enseñanza de niños y niñas.

Los ejemplos suelen ser poco verosímiles, como la historia de la niña citada en “La buena Juanita” que se dejó llevar por su glotonería y se quemó: al sentirse quemada dio un grito horroroso y cayó al suelo sin conocimiento, quedando con la boca abierta y los ojos saltones que daba miedo verla (…) Se la pudo salvar de milagro, después de una larga enfermedad.

Las reglas de urbanidad de José Dalmau resumían la educación que la niña debía recibir: pensar en Dios para amarle y servirle, no ofender a nuestros semejantes, y ser muy exigentes en el cumplimiento de nuestros deberes.
De cada uno hace un desarrollo insistiendo en la necesidad de amar a Dios, en cómo orar y en la importancia de la religión que es para el hombre, un freno a sus pasiones y a su ambición. Define la urbanidad como la dignidad y compostura que debe poner en todos sus actos el hombre. Con las prácticas de urbanidad, lograremos mantener con nuestros semejantes, amigables relaciones de armonía y los trataremos con la consideración que se merecen. Y especifica también lo opuesto a la urbanidad: si bien mostrarse amable con todos es una de las principales reglas de urbanidad, cuando esta amabilidad se exterioriza excesivamente, es opuesta a la cortesía (…)como se oponen a la cortesía, la curiosidad desmedida, la altanería y el orgullo y la demasiada timidez.


MUJER DE SU CASA

La educación de la niña se inspiraba en obras clásicas de nuestra literatura como “La perfecta casada” de Fray Luis de León y se dirigía a prepararla en sus obligaciones futuras como mujer de su casa, ser previsoras y ordenadas, que améis la limpieza y el trabajo y el buen gobierno de la casa, pues lo contrario causa siempre ruina en su casa y la miseria y desgracia de su familia. Por el contrario la mujer que cumple con la misión que Dios le ha encomendado hace que a su lado reinen la paz, la alegría, el bienestar y la dicha. A las niñas se las educaba para ser buenas hijas pues serán luego buenas madres (…) buenos hijos son los cariñosos, obedientes y humildes para con sus padres.

Victoriano F. Ascarza en la obra ya citada dedica la primera lección a las obligaciones de la mujer en su casa. La misión de la futura mujer y su papel en la familia se confirmaba en la enseñanza religiosa que recibía en la escuela: Dios confió al hombre la misión de ganar con su trabajo para atender a las necesidades de la familia, y encomendó, a la vez, a la mujer, a la madre, el buen empleo de los recursos adquiridos, la buena administración interior del hogar, el cuidado de toda la familia.

Las obligaciones de la mujer en el hogar no entendían de clase social y una madre de familia debe saber ejecutar todo lo que manda hacer. No hay posición social, por muy alta y rica que sea, que dispense a la mujer de ocuparse en las provisiones de la casa, de atender a la cocina, de conservar cuidadosamente las ropas y vestidos, de cuidar los muebles, las viviendas, el jardín y hasta el corral; de velar, en fin, como una segunda providencia.

En sucesivas lecciones se trataba sobre la importancia de la limpieza deducida de la Fisiología. En la educación de la niña se incluían lecciones de economía doméstica, preparación de alimentos, higiene personal, limpieza de la casa… Sobre la higiene al preparar los alimentos: el pedazo de pan que comemos se encuentra luego convertido en huesos, en grasa, en admirables nervios que transmiten el placer o el dolor del alma (…) ¿comprendéis la importancia de la preparación de los alimentos? Pues esa ocupación es propia de la mujer (…) ¿Comprendéis, queridas niñas, la importancia de cuidar de la casa, de tenerla limpia en exceso? Pues ello corresponde a nosotras (…)
¿Comprendéis la importancia de la limpieza de la piel y de todas las ropas? Pues ello os corresponde, porque eso es ocupación de la mujer, de la madre, y es deber de toda niña que quiera ser buena, trabajadora y hermosa.

En el capítulo dedicado a la limpieza de la casa el autor resume las obligaciones de una niña: madrugar, rezar sus oraciones, abrir puertas y ventanas y hacer la limpieza de la casa y para que no quepa duda la lección se acompaña de sentencias como: Nada hay más hermoso en una niña que ayudar a su madre en la limpieza de su casa. La cocina sucia es el descrédito de la dueña de la casa y de la niña que reside en ella.

Y por último, como responsable de todos los asuntos domésticos la mujer puede ser la causa de toda ventura o de todas las desgracias: No hay fortuna, por grande que sea, que resista al abandono, al lujo, al despilfarro y desorden de la mujer; ni hay miseria que no pueda vencerse por el trabajo, la economía, el orden y la administración prudente de los intereses y hasta el jornal más modesto.
Ante tantas obligaciones, en segundo plano quedaba saber leer, escribir y aprender como dice el mismo autor varias cosas en la escuela.


LAS VIRTUDES DE LA NIÑA

En el libro de lectura para niñas de Pilar Oñate “Victoria” se encuentran ejemplarizadas las virtudes que se consideraban propias de las niñas bien educadas:
LOS BUENOS SENTIMIENTOS CON LOS COMPAÑEROS Aquí están las estampas. Las niñas que, en un momento de ofuscación, las cogieron, han sentido de tal modo el arrepentimiento, que al devolverlas, han unido a ellos un papelito donde piden perdón y me prometen no volver a cometer otra acción de esta clase.

EL RESPETO Y AMOR A LOS MAESTROS, que son presentados como segundas madres. Doña Pascuala me quiere mucho, más cada día. Yo correspondo a su afecto amándola mucho.

EL CARIÑO. El amor a los hermanos se presentaba como el más importante después de los padres. Justo es, que los hermanos se quieran, los que no lo hacen así, no sólo se privan de las satisfacciones que este sentimiento podría proporcionarles, sino que faltan a la ley divina, que ordena el amor al prójimo, ennegreciendo la vida familiar.

EL PATRIOTISMO. Las niñas recibían una educación política limitada a desarrollar sentimientos patrióticos. La Patria es el país de nuestros padres y el nuestro; es el conjunto de nuestros afectos, de nuestros recuerdos y de nuestros amores. A través de lecturas para niñas, el patriotismo se enseña desde pequeños: Hombres y mujeres debemos amar igualmente a la patria (…) El hombre, con las armas en la mano, defiende el suelo patrio contra la avaricia de los extranjeros invasores, y, si es preciso, da su vida. De la mujer, incapaz por su debilidad de resistir las fatigas de la guerra, no exige la patria el sacrificio de la existencia.

Dalmau en su Enciclopedia trataba sobre los deberes hacía la Patria a la que define como: La patria es el país de nuestros padres y el nuestro, es el conjunto de nuestros afectos, de nuestros recuerdos y de nuestros amores.

En la “Buena Juanita” hay una lección dedicada a la conducta de las niñas y se exalta a la niña trabajadora. Las niñas LABORIOSAS son la delicia de sus padres, las niñas juiciosas dan honor a su familia. Las holgazanas se labran su desgracia .Estas dan disgustos constantes a las personas que cuidan e su educación y nunca merecen su cariño.
Los modales de la niña estaban presididos por la prudencia y la discreción. La buena educación obligaba a ser PRUDENTE en cualquier circunstancia y se insistía con los modales en la mesa y en las conversaciones, por lo que son habituales las instrucciones que deben aprender las niñas a través de Juanita:
Habla sin ser charlatana, ríe sin irrumpir en carcajadas ruidosas y exageradas, sin renunciar a la alegría propia de la niñez, es siempre formal.
La niña se contenta con lo que le dan y nunca dice: quiero esto o aquello, y mucho menos: me gusta esto o aquello. Hay que comer tranquilo, despacio, lo que nos pongan, no manifestar glotonería, pedir permiso para levantarse y ser en definitiva discreta.
La gula es un vicio muy feo, y, además, hace daño a la salud.
Evitar glotonería e intemperancia propias de almas envilecidas, que debilitan la voluntad, esclavizan el alma y son, además, enemigas de la salud y de la buena conciencia.

En la misma obra, la curiosidad es más bien vista como defecto que como necesaria para aprender, y se premia a la niña dócil y pasiva, no vaya a tener iniciativas que la conduzcan por derroteros poco recomendables. El papá quiso ponerme a prueba para enseñarme que la curiosidad es un defecto muy feo y que puede ser causa de gravísimos males. Juanita se enmendó para siempre y no volvió a ser curiosa.
Otro aspecto reiterado en los manuales es la limpieza. LA NIÑA LIMPIA aunque feilla es preferible a la niña guapa pero sucia. El ejemplo en la “Buena Juanita” son dos hermanas, la limpia se llevaba las caricias de todos, mientras casi nadie ponía buena cara a la otra hermana: Así crecieron las dos y llegaron a mujeres ¿y qué sucedió? Paquita fue el consuelo de su familia y vivió feliz. Elisa fue siempre desgraciada y concluyó su vida miserablemente, haciendo desgraciados a cuantos vivieron con ella.

La limpieza aparece asociada al rendimiento escolar en la Enciclopedia de Dalmau: Casi siempre, en la escuela, las niñas más limpias suelen ser las más estudiosas y aplicadas.

Victoriano Ascarza en el capítulo de los vestidos y sus condiciones, de la obra ya citada, arremete contra la moda y da múltiples razones para que la niña sea RECATADA en el vestir: Por desgracia, las modas imponen sus gustos caprichos, extravagantes, disparatados, y los vestidos lejos de favorecer la salud, la perjudican muchísimas veces y contrarían el desarrollo del organismo. Recomienda los vestidos holgados para no perjudicar la circulación de la sangre y pone como ejemplo el uso del pernicioso corsé, pantalones cortos y ceñidos, ligas apretadas.

LA OBEDIENCIA para ser verdadera en la conducta de las niñas dice Calleja tiene que ser sincera, atenta y rápida. Y por el contrario la desobediencia se considera después de la soberbia uno de los pecados más aborrecibles a los ojos de Dios.

En el epílogo de “La Buena Juanita” se resumen las virtudes de la niña: de este modo, queriendo mucho a su mama y a su papá, respetando a los ancianos, mirando a su maestra como a una segunda madre, no deseando mal a nadie, haciendo todo el bien que podía, como manda nuestra santa religión católica, apostólica romana, y estudiando mucho, llegó a ser considerada como modelo de niñas y querida por todo el mundo.
Niñas, imitad siempre a Juanita, y sed buenas y aplicadas, si queréis ser felices.
-Hermosa niña, sé piadosa y discreta, como Juanita.

LOS MEDIOS PARA CONSEGUIR LOS FINES

EL CASTIGO aparece en bastantes lecciones asociado a conseguir el fin de la buena educación. Así en “Flora” hay un capítulo dedicado a la caída moral donde se justifica que aunque te arrepientas, hay que sufrir las consecuencias de la falta.
En “La buena Juanita” la niña desaplicada es duramente castigada por su familia y retratada en estos términos: Mi vecina tiene una niña de once años. Lleva seis en el colegio y da pena oírla leer, en cada línea lee dos o tres disparates. Lo poco que cose lo cose mal, porque lo hace de mala gana. Sus padres se cansan de castigarla y no consiguen corregirla. Sus abuelos no quieren ni verla (…) Va sucia y mal vestida, y cuando sale a jugar con sus vecinas, vuelve tarde a su casa. Su madre la reprende: en lugar de cenar, come un pedazo de pan, y así se acuestan. Ese trato se da a las niñas holgazanas y desidiosas.

Los castigos se justificaban con citas de La Biblia, sobre todo la desobediencia en un cuento de Juanita donde una niña se queda tuerta por desobediente. La desobediencia es después de la soberbia uno de los pecados más aborrecibles a los ojos de Dios. Por soberbios castigó a los ángeles malos volviéndolos demonios y por desobedientes castigo a los hombres haciéndolos mortales.
Se podría decir que se aplicaba el refrán de – quien bien te quiere te hará llorar- y por tanto los castigos físicos estaban justificados.

Besa, niña con cariño
Como a tu mejor amiga
La mano que te castiga,
Y no le guardes rencor.
Por que eres como la vid,
Que no da sabrosa fruta
Si sus sarmientos no amputa
La mano del podador.

Las consecuencias de los malos hábitos se presentaban con un tono tremendista en “La buena Juanita”, donde se advierte de que las niñas que no sean buenas tampoco serán luego buenas madres. Las malas hijas (no son cariñosas, obedientes, ni humildes con sus padres) no serán luego buenas madres, sus hijos no les tendrán respeto y serán su mortificación.

En la misma línea de educar en la culpabilidad se encuentra el no dar una segunda oportunidad a las niñas imprudentes. En una lectura de la misma obra, “No os metáis alfileres en la boca”, una niña llamada Casilda es buena costurera y apreciada por todos, pero tiene la costumbre de colocarse entre los labios las agujas y los alfileres. Un día como de costumbre tenía en la boca dos agujas y un alfiler y un perro entró de improviso, le salto al cuello y estos se introdujeron en la garganta. Acudieron la madre, el padre y el médico. Ensayaron cuantos recursos les aconsejó el cariño y la ciencia, y todo en vano. Casilda murió entre los más atroces dolores.

Por último, un buen recurso para comportarse bien era tener en cuenta la propia conciencia y el considerar, como dice Saturnino Calleja quien la hace la paga:

Es censor tan severo
Nuestra conciencia,
Que apelamos en vano
De su sentencia;
Juez y testigo,
Nos acusa y aplica
Justo castigo.

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